Cómo empezar yoga si nunca has sido flexible

Una de las frases más comunes que escuchamos cuando alguien considera empezar yoga es: “Me encantaría practicar, pero no soy flexible.” Este pensamiento, aunque comprensible, refleja un mito que queremos desmantelar: no necesitas ser flexible para hacer yoga. De hecho, la práctica de yoga es una de las formas más efectivas, progresivas y seguras de desarrollar flexibilidad con el tiempo.
En El DOJO entendemos que acercarse al yoga por primera vez puede generar dudas, sobre todo si vienes de una relación distante con el movimiento o si tienes la percepción de que tu cuerpo “no da para eso”. Aclararemos ideas erróneas, ofreceremos orientación técnica accesible y te acompañaremos a dar los primeros pasos en tu práctica, incluso (y especialmente) si sientes que la flexibilidad no está de tu lado.
El yoga es mucho más que alcanzar posturas complejas o tocarse los pies. Es un proceso de conexión cuerpo-mente que parte desde donde estás hoy, no desde un ideal. Aprender a moverte con conciencia, a respirar con intención y a respetar tu ritmo es más importante que la amplitud de tu flexibilidad.
¿Qué significa ser flexible?
Antes de avanzar, conviene aclarar qué entendemos por flexibilidad. En términos funcionales, la flexibilidad es la capacidad de una articulación o grupo muscular para moverse a través de su rango de movimiento disponible. Esta capacidad está influenciada por varios factores:
- Longitud muscular
- Elasticidad de tejidos blandos
- Estructura ósea
- Hidratación y descanso
- Estrés y tensión emocional
- Patrón postural repetitivo
Nadie nace con “mala flexibilidad” de manera definitiva. Lo que sí puede pasar es que, por hábitos de vida (sedentarismo, trabajo de escritorio, estrés crónico), algunas zonas del cuerpo pierdan movilidad y generen rigidez. Pero esto no es una sentencia: la flexibilidad se entrena.
Yoga no es gimnasia: el propósito es otro
Una de las razones por las que el mito de “ser flexible para hacer yoga” persiste es la forma en que muchas veces se presenta esta práctica: cuerpos hipermóviles en redes sociales, posturas extremas sin contexto, o clases que priorizan el aspecto físico sobre el proceso interno.
En realidad, el objetivo del yoga no es estético ni acrobático. La postura (asana) es solo una herramienta para explorar sensaciones, presencia, respiración y concentración. Las posturas pueden y deben adaptarse al cuerpo de cada persona. No existe una única forma “correcta” de hacer una asana, sino muchas formas de habitarla de manera segura y significativa.
Esto es especialmente importante cuando hablamos de personas con baja flexibilidad: tu práctica será válida y poderosa aunque uses bloques, mantas o te quedes en una versión más simple de la postura.
¿Cómo empezar si no eres flexible?
Si sientes que tienes un cuerpo rígido, estas son algunas claves técnicas y mentales para comenzar sin frustrarte:
1. Elige el estilo adecuado
No todos los estilos de yoga son iguales. Para principiantes con poca movilidad, se recomienda:
- Hatha Yoga: pausado, accesible, ideal para aprender alineaciones básicas.
- Yin Yoga: trabaja pasivamente sobre el tejido conectivo, sostenido y profundo.
- Vinyasa suave: permite fluir sin impacto, con variaciones accesibles.
Evita estilos intensos (como Ashtanga o Power Yoga) en tus primeras experiencias si sientes que tu cuerpo necesita más tiempo para adaptarse.
2. Usa elementos de apoyo
Bloques, cintos, mantas y almohadones no son “trampas” ni muletas: son herramientas inteligentes para adaptar las posturas. Usarlos no te hace “menos yogui”. Al contrario: demuestra que estás escuchando tu cuerpo y dándole lo que necesita.
Por ejemplo:
- Si no llegas al piso en una pinza (Uttanasana), coloca bloques bajo tus manos.
- Si te cuesta mantener la espalda recta sentado, usa una manta bajo la pelvis.
- Si tus isquiotibiales están tensos, usa un cinturón para sostener el pie en posturas de extensión.
3. Enfócate en la respiración, no en la forma
Una respiración estable y consciente es un indicador más valioso que cuán “profunda” se ve tu postura. Si estás jadeando, forzando o temblando, probablemente fuiste más allá del límite funcional. Volver atrás es un signo de sabiduría, no de debilidad.
La respiración también tiene un efecto directo sobre la tensión muscular. Cuando exhalas de manera consciente, tu sistema nervioso activa su modo parasimpático (relajación) y tus músculos tienen mayor capacidad de ceder.
4. Paciencia: la clave de la progresión
En yoga no hay atajos. La flexibilidad se desarrolla con constancia, no con intensidad. Un cuerpo rígido que se fuerza en exceso solo genera más tensión o incluso lesiones. En cambio, la repetición amable y sostenida es lo que transforma.
Piénsalo así: si toda tu vida estuviste sentado/a 8 horas al día, tu cuerpo no va a abrirse mágicamente en 3 clases. Pero si practicas 2 o 3 veces por semana con conciencia, en pocas semanas vas a empezar a notar mejoras. No solo en tu movilidad, sino también en tu relación con el cuerpo.
Beneficios del yoga más allá de la flexibilidad
Aunque ganar movilidad es una consecuencia positiva, no es el único ni el principal beneficio del yoga, especialmente para quienes se inician. Algunos efectos clave que vas a notar incluso antes de tocarte los pies:
- Mayor conciencia corporal: empiezas a entender cómo te mueves, qué zonas están más tensas o desconectadas.
- Mejor postura: la práctica ayuda a reorganizar el esquema corporal y a alinear la columna de forma funcional.
- Menos dolores: al liberar tensiones acumuladas, se reducen molestias en cuello, espalda baja y hombros.
- Reducción del estrés: el foco en la respiración y el presente, calma el sistema nervioso.
- Mejora del sueño: al relajar cuerpo y mente, el descanso se vuelve más profundo y reparador.
Empezar yoga sin ser flexible no solo es posible, sino que puede convertirse en una ventaja pedagógica y emocional. Te obliga a prestar más atención, a moverte con humildad, a buscar calidad sobre cantidad. Y sobre todo, te enseña que el progreso en yoga no se mide en centímetros, sino en conciencia.
En El DOJO creemos en un yoga inclusivo, respetuoso y desafiante desde lo interno. No importa si tocas el suelo o te quedas a medio camino: lo que importa es que llegues a ti mismo/a en cada práctica. Si alguna vez pensaste que el yoga no era para ti por tu falta de flexibilidad, te invitamos a revisar esa idea. Tu cuerpo, tal como es hoy, es más que suficiente para empezar.
Porque al final, el yoga no te pide que seas flexible. Te pide que estés presente. Y eso, sí está en tus manos.